La Unión Astronómica Internacional ha empezado a definir
conceptos que hasta ahora no habían necesitado de una mayor atención. Los
nuevos telescopios, enormes comparados con los que existían hace 70 años, han
permitido la detección de más de 1.000 cuerpos u objetos en la zona de Plutón o
relativamente cerca de esa zona.
Plutón, que fue descubierto sobre unas placas fotográfica en
1930 por el astrónomo norteamericano Clyde Tombaugh, decepcionó desde el
principio. La comunidad científica esperaba un planeta mayor. Además, la órbita
de Plutón corta con la órbita de Neptuno, el planeta más lejano al Sol de todo
el Sistema Solar. Las cosas nunca funcionaron bien con Plutón. Además, conforme
terminaba el siglo XX y comenzaba el XXI, se habían ido descubriendo nuevos
cuerpos de tamaño muy similar al que presentaba Plutón en la misma zona del
Sistema Solar en la que este se encuentra. Los nuevos telescopios tenían una
potencia inusitada.
El proceso de la formación planetaria
Además, y desde el tercer tercio del siglo XX, parecía ser
que los astrónomos estaban asistiendo a las fases iniciales de formación de
planetas en torno a otras estrellas. Destacaba especialmente la estrella Beta
Pictoris, en la constelación austral de El Pintor. En torno a esta estrella se
descubrió y fotografió una especie de disco, compuesto probablemente de polvo y
escombros: un disco que acabará formando planetas, probablemente como los de
nuestro propio Sistema Solar.
Actualmente se sabe que en estos discos protoplanetarios
(curioso nombre) el material (polvo) comienza, por mecanismos aún desconocidos,
a acrecer, formando pequeños cuerpos, de unos centímetros, denominados
planetésimos. Estos planetésimos, en el transcurso de decenas de miles de años,
forman, también por acreción, unas rocas de mayor tamaño que reciben el nombre
de planetesimales, que podemos identificar sin problemas con los mismísimos
asteroides que pueblan nuestro Sistema Solar y que se concentran especialmente
en la zona que se extiende entre Marte y Júpiter, en el denominado cinturón de
asteroides.
Los planetesimales, que acaban poblando el disco
protoplanetario, chocan entre sí, siendo este proceso dominado por los cuerpos
mayores, que crecen y crecen a costa de los cuerpos de menor tamaño, gracias a
su mayor gravedad. Este proceso, en el que se genera una gran cantidad de
energía, desemboca en la formación de los planetas, que se funden por el enorme
calor producido por los choques de los planetesimales. Los planetas obtienen,
además, una forma esférica en este proceso, que viene a durar de orden de los
cientos de miles de años.
La definición de planeta de la Unión Astronómica internacional (UAI)
La UAI es la mayor y más importante organización
internacional de astrónomos profesionales. Decide la nomenclatura de los cuerpos
celestes y de la superficie de los planetas. Esta organización celebró una
importante reunión en Praga en agosto de 2006, donde, por mayoría de sus
miembros, se decidió establecer una definición de planeta que siriviera para
catalogar a cualquier nuevo cuerpo que pudiera ser encontrado en el Sistema
Solar.
Los planetas (vagabundos en griego) habían sido
tradicionalmente todos esos astros que se desplazaban entre las estrellas
aparentemente fijas. Así se acordó, en la celebre Resolución Quinta, que a la
vista de los nuevos descubirmientos científicos que hemos relatado más arriba
en este artículo, un planeta del Sistema Solar sería un cuerpo celeste que:
- Se encontrara en órbita alrededor del Sol
- Que tuviera masa suficiente como para que, por su propia gravedad, acabara venciendo las fuerzas de cuerpo rígido de modo adoptara, en equilibrio hidrostático, una forma (aproximadamente), redonda.
- Que hubiera limpiado las inmediaciones de su órbita de todos los cuerpos susceptibles de desplazarse dentro de ella.
- En esa misma resolución se establecieron otras dos definiciones referidas a los cuerpos del Sistema Solar. De este modo, planetas enanos serán aquellos cuerpos.
PLUTON
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